Acercamiento al origen del mito de Dioniso: El Dios Zagreo.

La tardía divinidad griega del vino y la locura, Dioniso, está derivada de la más antigua deidad anual tracia, conocida bajo diferentes nombres, considerándose el nombre Zagreo ( gr. Zagreus ) como el tracio original.

En el orfismo tenía lugar prominente la relación entre la Magna mater y esta divinidad anual masculina con marcado caráter fálico. Su cópula simbolizaba la unión entre los principios agrario y el orgiástico (itifálico).

Para los griegos Dioniso es hijo de Zeus y la bella Sémele. Su mitología desarrolló para él un complicado trama, según el que la celosa Hera habría aleccionado a Sémele pedirle a Zeus que le revelara su esplendor divino, condenándola a muerte por abrasamiento. Por ello Zeus con la ayuda de Hermes cosió a Dioniso nonato en su muslo, para salvarlo de los celos de su esposa. El niño fue confiado a las ninfas que le criaron en una cueva: es fácil reconocer en este detalle la tradición órfica. Según ella Dioniso fue engendrado por Perséfone y se llamaba Zagreo. Luego le desmembraron y se lo comieron los titanes, por lo que Zeus les convirtió en ceniza; y posteriormente, ya, habría nacido de Sémele (Dioniso significa ‘dos veces nacido’ ). Así, se crearon dos versiones de la fábula de Dioniso en las que se pueden vislumbrar el antiguo mito tracio y la posterior en el tiempo elaboración griega. Más tarde todavía su imagen se asimila en las divinidades romanas de Liber y Baco adoptando también sus funciones.

La antiquísima divinidad tracia trasluce también en los exuberantes misterios orgiásticos celebrados en su honor y conocidos hoy como Dionisiadas o Bacanales. Están relacionadas también las imágenes de Dioniso y Orfeo, puesto que es el dios del vino quien convierte en árboles a las Ménades que descuartizan al héroe. En la Grecia Antiua y Roma el culto a la divinidad se acompañaba de desenfreno extático y orgías a la luz de las fogatas durante la noche más larga del invierno.

Las grandes Dionisiadas atenienses, por su parte, tenían lugar al despuntar la primavera. Cantos corales y espectáculos escénicos y musicales representaban las escenas de la vida del dios. Sus celebraciones se acompañaban por grandiosos desfiles en los que se sacaba su estatua de leño. Gran interés adquieren a la luz de lo expuesto las fiestas leneas (1) que tenían lugar en enero-febrero y durante las que las bacantes llevaban un tronco de árbol adornado y vestido.

Se trata indudablemente de una reminiscencia de la antigua identidad fálica del dios anual. En el mismo sentido se puede interpretar un ritual conservado en Strandzha que se denomina “cúquer blanco” (sin máscara). En él un hombre sin máscara “ara” la tierra con un largo falo rojo que compone su disfraz, inseminando simbólicamente la tierra. Culmina la representación con su unión con una madrina (“baba”) que se produce en una cueva.

De nuevo se pueden identificar los elementos del culto de Dioniso, criado en el interior de una cueva-útero como la descrita por Eurípides en su “Bacantes”, mientras que el sorprendente descubrimiento arqueológico en los alrededores de Néncovo (Bulgaria) puede darnos una idea de su aspecto.

Juegos carnavalescos y cúqueres:

Se trata de una fiesta de carácter carnavalesco que se celebra en diferentes regiones de Bulgaria (Tracia y Macedonia) a finales de febrero, a semejanza de las antiguas dionisiadas.

El mencionado ritual del “cúquer blanco”, a cara descubierta, forma parte de estos juegos, pero es único en esta forma que ha mantenido su simbolismo ancestral. Se trata, generalmente, de una danza para asegurar la fertilidad y productividad de la tierra. El cortejo está compuesto siempre por personajes paródicos (novia, guardianes, madrina, médico, barbero, etc.) que después de desfilar por el pueblo se juntan para realizar el ritual del arado.

El día termina con el ritual del Palicosh ( Pocladi ) en el que los más jóvenes pedirán el perdón de sus mayores por las ofensas cometidas a lo largo del año, otorgándose todos, su perdón mutuo.

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